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Mostrando entradas de diciembre, 2021

Las Hadas de los Dientes

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Llevo horas perdido en este bosque. Me da la impresión de cuanto más intento escapar, más me adentro en sus profundidades. La luz del sol apenas llega debido a la frondosidad de la vegetación y de lo alto que son estos árboles. Me encuentro solo, pero no puedo evitar sentirme observado, por el rabillo del ojo no dejo de percibir movimientos fugaces, ojalá sea por mi nerviosismo o que sea la mismas ramas que me hacen pensar cosas que no son. A medida que camino me siento más lento y pesado, como si me costara avanzar más. De pronto dejo de moverme, por más que intente mover algún musculo no consigo hacer nada, entonces me fijo por qué estoy así. Casi de forma imperceptible debido a la semi penumbra, logro ver a duras penas unos hilos muy finos que me envuelven todo el cuerpo. Después de un rato intentando escapar, al fin los oigo. Esas criaturas que veía de forma fugaz no eran producto de mi imaginación, y ahora se acercan a mí mientras ríen triunfantes. Pequeñas criaturas voladoras que
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Me despierto con un enorme dolor de cabeza. Mientras la visión borrosa se va despejando, oigo un sonido muy raro, como si estuviera embotellada. Observo que me encuentro en un lugar bastante estrecho de la que no recuerdo cómo haber llegado ahí. Me percato de un teléfono bastante antiguo colgado en la pared, y al ver ahora mejor, miro alrededor que estoy en una cabina de teléfono. En ese momento un banco de peces pasa por delante de mí, sin creer donde estoy, llego a la conclusión de que estoy atrapada en esta cabina en el fondo del mar. Rebusco en mis bolsillos en busca de mi móvil, pero es en vano, me han dejado sin nada. Me acurruco totalmente derrotada y desesperada. Cuando miro hacia el techo, el teléfono que está en la pared, hace que se ocurra una idea muy loca. Recuerdo que cuando era más pequeña, mi madre usaba este tipo de teléfonos, intento hacer memoria de cómo hacerlo funcionar. Los números no se tecleaban, sino que metías el dedo en el agujero donde tiene el número y lo h

RELATOS DE MADRUGADA

  Al principio no la reconocí. Pero una vez despejado toda duda, corrí hacia el edificio, el lugar donde hace unas semanas se había tirado un vecino de esta comunidad. Y con el corazón en un puño, subo las escaleras lo más rápido que puedo. La chica que había visto en la entrada era una vecina y amiga mía desde la infancia, siempre habíamos jugado aquí, éramos como hermanos. Y ahora, al verla entrar en este edificio después de lo sucedido aquí, sumado a sus problemas que ha tenido con su novio, me da miedo pensar en lo que puede hacer. Sin aliento, llego a la azotea, y la veo allí, al borde del precipicio con los brazos en cruz. La llamo por su nombre, con lentitud gira la cabeza mostrando una triste sonrisa. Me acerco poco a poco, pero ella me dice que es inútil. Que lo que hace no está en su voluntad, y que al caer, abandonará esta prisión de carne para reunirse con Él. Acto seguido, se tira al vacío, me quedo inmóvil ante tal escena y solo reacciono cuando oigo su cuerpo estrellarse
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Los controles de la nave ya no respondía, al piloto no le quedaba más remedio que estrellarse y que por algún milagro, pudiera salir vivo.  El piloto se despertó en el suelo de aquel planeta aún desconocido, al incorporarse, vio a una mujer muy bella a su lado. No llevaba traje espacial como él, sino un vestido que insinuaba sus curvas, su rostro era angelical, el piloto nunca había visto una belleza como aquella. El piloto intentó incorporarse, pero ella hizo un ademán con la mano y el piloto se quedó paralizado.  La mujer le habló, él no pudo entender nada, la parálisis que estaba sufriendo le debilitaba aún más, hasta que se desplomó, teniendo como última imagen a aquella mujer de belleza indescriptible. 

El metro

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Llegaba cansado a su casa, solo podía pensar en comer algo, ver un poco la televisión y acostarse pronto esta noche. Mientras caminaba por los pasillos del metro hacia la salida, se percató de algo, las pocas personas que solía encontrarse por el camino no estaban, y el lugar se había tornado más silencioso de lo habitual. De pronto, se detuvo en las escaleras, algo no iba bien y él lo notaba en el ambiente. No se atrevió a mover un solo musculo, desde donde estaba, ver el final del pasillo lo angustiaba, como si hubiese algo ahí, esperándole. De repente, vio algo oscuro moverse, fue tan rápido, que no distinguió si era humano o animal. Entonces una chispa saltó dentro de su cabeza, se dio media vuelta y corrió tan rápido como pudo hasta el vagón en el que se había bajado. Tendría muchísima suerte si aún seguía ahí, pero ya no podía hacer otra cosa, y mucho menos cuando por el rabillo del ojo, vio que esa silueta oscura le estaba persiguiendo. Sus pulmones estaban ardiendo, sus piernas

Zapatos

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La lluvia me pilló en medio del parque, me refugié en uno de los asientos techados, una mujer ya estaba presente también resguardándose de la lluvia. Pedí permiso para sentarme y me concedió amablemente. Luego de sentarme, me aseguré de que mi carpeta no se hubiera mojado, lamentaría mucho perder todo lo que había escrito hasta ahora. Durante buen rato estuve sin escribir nada, no me venía ninguna idea y ya me estaba frustrando. Entonces decidí pararlo todo, cerrar los ojos y escuchar la lluvia. Al abrir los ojos, dirigí la mirada a los pies de la mujer de enfrente, tenía las piernas cruzadas y bailaba el pie con su zapato a punto de salirse. Estuve observando ese movimiento un rato, me pareció de lo más sexy. Entonces se me ocurrió una idea sobre zapatos con la que podría escribir.  

Desciende, ángel sin corazón

  Ya no me queda tiempo. Hoy es mi quinto y último día,  ahora te miro y yaces a mi lado, has decidido quedarte hasta el final, aunque no sé si por cariño y por pena por la historia que te conté o por simple morbo de lo que ocurrirá al final del día.  Te conocí en ese bar tan famoso en el centro de la ciudad, lo primero que me llamó la atención fue tus cabellos tan rojos como las paredes que adornan el bar, destacándote así entre la multitud de chicas a las que podría haber elegido. Estabas muy borracha y aún así escuchaste mi historia y accediste venir conmigo, no sin antes aceptar un contrato de pasar sólo una noche. Al segundo día decidiste quedarte hasta ver lo que podría pasar la noche del quinto día.  En el tercer día decidimos no hacer nada, acostados en la cama de esta habitación rumbrienta. Te acurrucas hacia mí y me dices que mi corazón late muy aprisa. Yo te contesto que no tengo corazón, que soy un cascarón vacío carente de uno, que soy un ser que no debería de existir y qu

La Invasión

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No lo habíamos visto venir. El ataque fue inesperado y muy rápido, no tuvimos tiempo de defendernos. El cielo se había tornado rojo y criaturas voladoras atacaron con ferocidad diezmando rápidamente a los soldados de guardia, que no tuvieron oportunidad de dar la alarma. Para los soldados que reaccionaron a tiempo, lucharon contra esos demonios. Pero fue inútil, ola tras ola de monstruos emanaban del portal de donde salían. En pocos minutos tomaron la ciudad, los ciudadanos no pudieron salvarse, mujeres, niños, no había distinción ni prisioneros, todo el que se pusiera por delante de los demonios moriría sin remedio. El rey salió a duras penas, los soldados supervivientes y yo, estamos escoltando a la familia real fuera de los muros de la ciudad. Pero no sé si saldremos con vida, antes de irnos, vi su figura, triunfante, por encima de todos, Él había llegado en persona y yo rezaba por salir con vida de esta.  

RELATOS DE MADRUGADA

  En días lluviosos como éste, me hace recordar nítidamente la tarde en la que perdí a mi hermano. Aún recuerdo el olor de la tierra mojada de la zona en construcción donde jugábamos. Mi hermano y yo, nos perseguíamos esquivando todos los materiales, subiendo andamios, pasando por tubos de cemento. Y todo eso bajo la incesante lluvia. Comenzamos a jugar al escondite, me tocaba contar hasta veinte, nunca hacia trampas, pero siempre he pensado que todo hubiera sido diferente, si hubiese contado mal. Al buscarle, oí cómo me llamaba, su voz era débil y el ruido de la lluvia no me dejaba concentrar por donde venía su llamada. Mi corazón latía con fuerza, a medida que buscaba, me desesperaba no poder encontrarlo. Hasta que lo vi enganchado a una tubería en la que el agua salía a toda presión. Traté de ayudarle, pero tenía la pierna atorada en el fondo de la tubería. Por más que empujase no tenía la fuerza suficiente. Así que intenté tranquilizar a mi hermano buscando ayuda. No encontré a nad

Súcubo

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El hombre divisó una insinuante silueta en la entrada del cementerio. ¿Cómo era posible que hubiera alguien ahí a esas horas, y mucho menos una mujer? El hombre se acercó y se encontró con la mujer más bella que había visto en años en este pueblo de mala muerte. Sus instintos primarios se activaron sin mostrar decoro a una sonrisa depravada. La mujer, reaccionó rápido a ese instinto y le indicó que se acercara. Ambos se besaron frenéticamente y sin preámbulos. Él la tocaba con fuerza, ella le besaba el cuello hasta que dio con lo que quería, una vena bien formada y jugosa con la que dio un enorme mordisco. El hombre trató de zafarse, pero la mujer era muy fuerte y solo pudo ser testigo, de cómo ella le iba vaciando poco a poco. Una vez saciada, arrojó el cuerpo vacío del hombre entre unas lápidas sin nombre, y se marchó fundiéndose entre las sombras.