RELATOS DE MADRUGADA

 

En días lluviosos como éste, me hace recordar nítidamente la tarde en la que perdí a mi hermano.
Aún recuerdo el olor de la tierra mojada de la zona en construcción donde jugábamos. Mi hermano y yo, nos perseguíamos esquivando todos los materiales, subiendo andamios, pasando por tubos de cemento. Y todo eso bajo la incesante lluvia.
Comenzamos a jugar al escondite, me tocaba contar hasta veinte, nunca hacia trampas, pero siempre he pensado que todo hubiera sido diferente, si hubiese contado mal. Al buscarle, oí cómo me llamaba, su voz era débil y el ruido de la lluvia no me dejaba concentrar por donde venía su llamada. Mi corazón latía con fuerza, a medida que buscaba, me desesperaba no poder encontrarlo. Hasta que lo vi enganchado a una tubería en la que el agua salía a toda presión.
Traté de ayudarle, pero tenía la pierna atorada en el fondo de la tubería. Por más que empujase no tenía la fuerza suficiente. Así que intenté tranquilizar a mi hermano buscando ayuda. No encontré a nadie, y al regresar, mi hermano ya se había ahogado en aquella tubería.
En días lluviosos como éste, suelen encontrarse cadáveres de niños en descampados.

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